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mis 4 amores = hermosos preciosos perfectos heavys talentosos y sexys ♥

miércoles, 25 de noviembre de 2009

PRIMERA SEMANA... (PARTE 2)

Saludé a mi madre y me senté en la silla que estaba frente a la taza. sostuve la taza entre mis manos, estaba caliente. bebí un sorbo para medir la temperatura del café, estaba dulce, espumoso, caliente y delicioso.
Miré por la ventana. mi madre y yo viviamos en un apartamento en el quinto piso de un edificio que estaba en la esquina de dos avenidas. por eso, solía sentarme a ver a las personas y a los autos que pasaban por la vereda y la calle.
Estabamos a fines del verano (en marzo más precisamente), y a esa hora el sol comenzaba a aparecer grande e imponente en el horizonte. La gente salía de sus casas y autos apurados por llegar a trabajar. Parecían miles de hrmigas en un hormiguero gigante.
Giré la cabeza y miré el reloj que estaba sobre la puerta.
7:30, pensé. No tengo tiempo para desayunar, tengo que llegar al liceo en 15 minutos. mejor voy a lavarme los dientes
Me paré y fui al baño. la puerta volvió a rechinar cuando entré. Me lavé los dientes lo más rapido que pude, luego tomé mi mochila y una campera de verano. Le expliqué a mi madre las razones por las que no había desayunado y salí casi que corriendo. Me quedaban 5 minutos cuando me subí al ascensor. cuando llegué a la calle me qudaban 3 minutos. Para llegar en hora, tuve que correr por la calle. lo cual no me resultó muy dificil, porque llevaba puestos unos chupines y unos botines rojos.
Llegué a tiempo, pero muy agitada. corrí 4 cuadras en 3 minutos (un record) y llegué 7: 45 en punto. Entré a la clase, ya estaban todos mis amigos ahí, Silvana, Jessika, Paula, Ana, Gabriel y Gastón.

PRIMERA SEMANA...

- lunes! – grité desesperada y adormilada. Mientras cinchaba de la sabana que mi madre trataba de sacarme de arriba del cuerpo - ¿ no podía ser domingo? ¿ qué no hay tres domingos por semana?

- ya no te quejes! – la voz mas dulce que jamas he oído sonaba agitada por el esfuerzo de tirar y tirar de la sabana – además, “ 3 domingos por semana “ es un cuento de Allan Poe ¿ qué tiene de malo el lunes?

- que empiezan las clases! – chille con los ojos todavía cerrados.

- Pero vas a ver a tus amigos! Camila levantate!!!

- no vas a dejarme dormir verdad? - le pregunté con cara ácida.

Abrí los ojos y vi a una mujer baja, regordeta, de piel blanca y rostro amable. tenía un cabello color ocre en las raíces y se iba aclarando hasta quedar castaño en las puntas, era largo y ondulado. Ella me miraba con ojos compasivos y oscuros y con una sonrisa. esa era mi madre, Miriam.

Luego de "luchar" (si así puede llamarsele) con la ropa que me pondría mi primer día de clases, salí de mi cuarto y me dirigí como una flecha al baño. Abrí la puerta del mismo, y como siempre rechinó con un ruido sordo que me dejo los pelos de punta. Traté de ignorarlo y entré. Lo primero que hice fue mirarme al espejo.

No!!! ojeras no!! tal vez no tendría que haberme acostado a las 5 de la madrugada si después me tenía que levantar a las 7 de la mañana... tengo sueño!!! 2 horas dormí!!! 2 horas!!!, fue lo que gritó la mitad de mi alma, ya que la otra mitad tenía el extraño deseo de estar en otro lado, no sabía en donde, no sabía porque, solo sentía que ese no era mi lugar, alguien me esperaba... pero... quién era???

Miré mis dedos, finos y largos, surcados de lineas en los nudillos y luego, como deseando ver un rostro que no era el mío, levanté la vista y vi un rostro blanco, con algunos lunares, pero con uno que se destacaba entre los demás, uno de tamaño mediano en mi escala de lunares que estaba ubicado en el medio de mi mentón. Ese adormilado y ojeroso rostro tenía una nariz de "boxeador", porque el tabique estaba levemente torcido a la izquierda , unos labios rosados y carnosos, unas ojeras levemente verdosas, unos ojos color miel clara que tenían una sombra verde o dorada que solía aparecer con la luz del sol y, como si fuera el marco de un cuadro, un cabello castaño, ondulado y brillante con algunas mechas doradas que caía hasta la mitad de mi espalda.

- pasan los años y mi rostro siempre es el mismo... - susurré mientras me tocaba la cara con los dedos.

Suspiré. Mi rostro no iba a cambiar solo con desearlo, así que traté de ayudarlo peinandome, no logré mucho, porque mi abundante cabellera era tan incontrolable como la dueña, jamas podía someterlo a un peinado perfecto, siempre un mechon tenía que romper las reglas y escaparse de el broche o lo que lo sujetara.

dejé de darle importancía a mi cabello y corrí hasta la cocina a tomar el desayuno.