Tragué saliva al terminar de leer y miré a Cesar algo ansiosa por más respuestas.
- Así que Esteban es hijo de la gemela de Jency Ludovacca, quien no es el presidente del consejo pero si es real…
- Exactamente – afirmo Cesar enderezándose y tomando la carta que yo acababa de dejar sobre el escritorio para guardarla. – no podemos matar a los Sangrial porque son los protegidos de Rosa… además Jency jamás nos lo perdonaría.
- Y por qué Julieta me dijo que se llamaba Rossana y no Rosa? – pregunté con curiosidad mientras iba formulando más preguntas en mi cabeza.
- Porque ella se cambió el nombre… la familia Sangrial ha matado a muchos vampiros a lo largo de la historia y Rosa no hubiera soportado que todos la culparan por la obra de ella y la del resto de su familia, incluyendo sus antecesores… así que se cambio el nombre a Rossana Ludovacca, pero nosotros aún le decimos Rosa, porque todos asumen que es el diminutivo de su nombre actual.
- Ah… y qué fue de ellos luego? Digo… donde están ahora? – pregunté con curiosidad.
- Ahora viven en Toledo, España y están por mudarse a Gales puesto que Jency quiere vivir en un lugar más cercano al Bloody Rose, ya que Rosa está embarazada y Vladimir pretende llevar un control preciso del embarazo…. Tu sabes que tenemos un índice de natalidad muy bajo.
- Van a tener un hijo? – sonreí por inercia – que genial… pero ya saben si va a ser varon o nena?
- Si… un varón. Los 2 están felices… en especial Jency que nunca ha sido padre.
En adelante continuamos con la conversación, pero nos desviamos hacia mi proceder con los cazadores, luego a mi relación con Eteban y por último me informó que Max no se encontraba en el país por cuestiones personales. Lo último me pareció extraño, pero puse mi mejor cara de poker y me desvié un poco del tema, por lo que terminamos hablando de la sociedad vampirica, del gobierno, los problemas sociales y las distintas subespecies… hacia las 4 de la mañana mi cabeza estaba entumecida de tanta información. Comenzaba a confundirme con facilidad entre los Daka y los Daku… ya no recordaba a cual especie matabas con estacas o si a los 2 los matabas de la misma forma… ya no recordaba si los Daka veían a los muertos o si eran muertos vivos. Mis neuronas tenían la sensación de haber sido batidas con fuerza.
A eso de las 5 Cesar se inmuto que necesitaba dormir y me llevó a mi casa, a la cual tuve que entrar en pleno silencio para que mi madre no se enterara de que había pasado toda la noche fuera. Me acosté en silencio y me quedé mirando el techo por unos minutos… ese día había sido tan largo y extenuante… y el pensar que ese día había sido el día de mi cumpleaños lo hizo más extenuante aun… es más, lo hizo más extenuante todavía pensar que en un par de horas iba a levantarme y comenzaría otro día particularmente extenuante.
- Maldita sea! – grité hecha una fiera y apoyándome en la mesa con fuerza. – matame ahora si es lo que quieres! Pero que quede claro lo que tu pierdes… - exclamé mirando a Gastón con toda la furia que hasta ese momento venía conteniendo.
- Sé lo que pierdo… no eres nada importante que te crees?! – me gritó parándose de golpe, por lo que la silla detrás de él cayó al piso estrepitosamente.
- TU que te crees?! Vamos, vamos… ven MATAME! – le grité tomando el revolver que yacía sobre la mesa y poniéndolo en su mano – prueba que tienes el valor suficiente…
No lo dudó, me apuntó con el arma directo en la cabeza… por dios estaba muy asustada… esas no eran balas cualquiera… eran balas especiales, unas que no permitían que la carne de los vampiros sanara… por lo menos no con facilidad. Me había arriesgado demasiado provocándolo, pero no podía permitir que dudara de mi, NADIE en ese lugar podía dudar de mi…
Miré con nerviosismo el dedo de Gastón sobre el gatillo… temblaba, su dedo temblaba tenso pero de forma imperceptible para cualquier humano. Mis ojos pasaron del gatillo a sus ojos, que me miraban con una duda resquebrajante… se debatía, se debatía entre matarme en ese momento o matarme luego, cuando ya no le fuera útil.
Tragué saliva, ese segundo de incertidumbre me estaba matando… la ansiedad me consumía con rápides, por un lado mi humanidad me dictaba que me tirara al suelo hecha un ovillo rogando por mi vida, temerosa… pero mi otro lado, esa vampireza que tanto odiaba se estaba retorciendo en mi interior, gritándome con furia que la dejara salir para acabar con Gastón en ese momento… sentí los colmillos presionando en mi boca, me costaba controlarlos en un momento de tanta tensión y adrenalina.
Desde mi posición era demasiado facil incarle los dientes y desgarrar su yugular o también me resultaba facil desnucarlo de un solo movimiento. ¿y si lo hacía que pasaría? ¿y si mataba a todos en esa casa menos a Esteban?
Mis oídos se agudizaron y comencé a oir como mis latidos desendían su velocidad… por un momento olvidé que no lo podía matarlo aún y olí su miedo con satisfacción… a pesar de ser quien apuntaba con el arma, el que sentía miedo era él.
- Yo lo sabía… - comentó con una sonrisa triunfal – tu si eres una ascecina como todos los demás… y vas a pagar por eso. – dijo sonriente apretando el gatillo.
Disparó.
Meví la cabeza un tanto lo más rápido que mi sobrehumanidad me lo permitió.
La bala pasó rosando mi cabello.
- Tu pagarás por eso. – anuncié mientras él me miraba confundido aún.
Fundí mis ojos en los suyos y con la facilidad que me brindaba la adrenalina, dominé su mente en medio minuto. Fui capás de ver cada uno de sus recuerdos, de manipularlos y cambiarlos a mi antojo, pero solo quería eliminar uno… el más reciente, el que acabábamos de vivir.
Extraje con mis garras mentales el recuerdo que acabábamos de vivir y lo desmenucé hasta transformarlo en pensamientos incoherentes que nada tenían que ver conmigo. No tardé más de un minuto haciéndolo… me encargué en pocos segundos más de que cuando terminara con su lavado de cerebro no recordara nada de esta situación, es más, me encargué de implantar recuerdos falsos, le cree un recuerdo de que a duras pensas me estaba enseñando a usar una de esos revolveres con balas K210 para matar vampiros.
Lo dejé en estado inconciente por un momento más para levantar la silla que se había caído en la discusión. Enseguida le devolví el autocontrol sobre su cerebro, era más que seguro que no tenía demasiado tiempo.
En los primeros segundos me miró un tanto desenfocado y se sostuvo de mi brazo para no caerse… ¿qué tan fuerte había manipulado sus pensamientos para dejarlo así? Se notaba que era una mente demasiado débil…
- Gastón estás bien? – le pregunté ayudandoló a mantenerse en pie y aprovechando su desenfoque para apaciguar mi adrenalina y ocultar los signos visibles de mi vampirismo.
- S-si… solo me maree… - alegó enfocando ya con más control sobre si mismo.
- Pero estás mejor? – volví a preguntar haciéndome la preocupada.
- Si, bueno, como te decía – dijo y haciendo un esfuerzo volvió a explicarme las partes del arma y las características de las malditas K210
Agradecí que a los pocos minutos Esteban nos interrumpiera para buscarme pues se le había ocurrido la genial idea de ir a caminar un poco, entendía que me agobiaba con facilidad todo el tema de matar a mi familia adoptiva, pero yo sabía que en realidad era porque en la casa se tratarían temas que yo no podía escuchar, o saber… ni siquiera tener una simple idea de las mismas.
Tenía claro que desconfiaban de mi, pero ponía las manos en el fuego por afirmar que Esteban si creía en mis palabras. Tal vez fue lo que me dijo esa tarde en esa plaza, tal vez fue esas simples palabras lo que me permitieron saber todo lo que quería saber, tal vez por eso tendría que arrepentirme después…
- Te amo – me había dicho con sus manos tomando mi rostro con ternura y mirándome profundamente. – y no voy a dejar que te lastimen.
- y-yo… yo también te amo Ban-Ban – le dije simulando una tierna sonrisa y abrazandolo.. en ese momento lo primero que se me cruzó por la cabeza era escapar y huir bien lejos de él pero mi lado más frívolo me dijo que eso iba a servirme luego, lo que me obligo a quedarme…
Es que acaso me estaba volviendo demasiado fría? Demasiado cruel? Todo lo que hacía me permitiría mantener a salvo a los Vilumet sin ocacionar muertes… pero a que precio? me sentí Maquiavelo en esos momentos… “el fin justifica los medios” por dios… no podía ser tan cruel o si? no podía ser tan maquiavélica y justificar el daño alegando que todo era para terminar triunfando… la situación me estaba superando después de meses y no sabía cuanto más iba a aguantar.
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